Me encontraba en la sala de espera del aeropuerto. Recuerdo que mis manos sudaban mucho. Miraba una y otra vez el reloj de mi móvil, 8.45 pm, era la hora que marcaba. Miré por los grandes ventanales y vi la nieve empezar a caer.
-¿Por qué tarda tanto?, me pregunté.
El vuelo llegaría a las 8:30 pm, y con el, Roberto.
Roberto era un amigo que conocía desde preparatoria. Siempre fuimos amigos, sí, amigos...Tenía ya 10 años que no lo veía. Él se fue a Berlín a estudiar Diseño Gráfico y yo me quedé en Barcelona a estudiar Diseño de Modas. Aunque, realmente nunca perdimos el contacto, nos escribiamos casi todos los días. Ya fuera entre almacenes de telas y esas estresantes desveladas para terminar un diseño, en las que le escribía. Contandole cada acontecimiento que a los ojos de cualquier mortal no tenía nada de relevante, digo, a casi nadie le interesaría saber sobre el nuevo almacén de telas importadas de Paris que encontré en el centro, o tal vez el que mi pequeña maltes, Rolie, haya tenido cachorritos; pero a él si le importaba, podía percibir su peculiar interés en la respuesta a mis correos.
Amores y desamores, penas y alegrías; todo le contaba a Roberto. No habría nada que no le contará.
Rercuero haber recibido tanto apoyo de parte de él cuando encontré a mi ex novio Samuel con mi "mejor amiga" en la cama de mi departamento, recuerdo que lo primero que hice fue salir de ahí y dirigirme al café que se encontraba en la esquina, pedí un expresso doble y abrí mi computadora, y con mis ojos llenos de lágrimas le escribí a Roberto, pero no en manera de venganza a Samuel, no, sino necesitaba desahogarme con alguien y él fue en la primera persona con la que pensé hacerlo.
Aunque muchos no puedan entenderlo, él siempre estuvo ahí. Nunca faltaron sus palabras de aliento que eran como rayos de luz en mis días más grises, ni tampoco sus buenos deseos cuando le contaba de mis éxitos en este difícil mundo de la moda, en donde todo se deja llevar por una red de corrupción e intereses.
Me parece increible la forma en que creas una especie de relación a distancia, en la que como él me dijo una vez, no nos podemos tocar las manos, pero si el alma, ¿y saben? él tiene mucha razón...
En escencia, él siempre ha estado ahí y yo también, viendo de manera "distante" los acontecimientos y experiencias de la vida diaria de ambos, pero participando de igual manera.
Me atrevo a decir que de todas las personas que conozco, él es quien me conoce más, puede darse cuenta cuando tuve un mal día o cuando me fue bien, sin necesidad de decirselo. Si, es extraño, lo sé, pero así son las cosas y me alegro de que sean así.
Hoy, después de 10 años, nos volveremos a ver. ¿Y saben? Estoy muy nerviosa, mis manos son un mar de sudor, bueno, no tan literalmente. Mis piernas me tiemblan. Por mi mente pasean muchas preguntas, como "¿Y ahora que?", "¿Me veo bien?", "¿Querrá ir a cenar?"...
Veo a todos lados, buscandolo, tratando de encajar la imagen de sus fotográfias con la imagen de alguna de las personas que pasan apresuradas y también algo desorientadas en la sala de espera del aeropuerto.
Como diría mi abuela, "Soy un manojo de nervios", en realidad nunca he comprendido en su totalidad esa expresión, pero hoy, me describe perfectamente...
Levanto la mirada y ahí esta enfrente de mi. Sonriéndome.
-¡Hola Alicia!.
-¡Hola Roberto!.
Me levanto y lo abrazo muy fuerte. Un silencio incómodo se escucha entre nosotros.
-Estoy nervioso, ¿sabes?, me dice.
-¿Sí?, le respondí.
Una risa de nervios se apodera de mi, y le digo -Que curioso, yo también.
-¿Quieres ir a cenar?, me pregunta.
-Sí, claro.
-¿Vamos por una pizza?.
-Pizza será, le respondí.
Sin esperarlo, Roberto toma mi mano, me da un beso en la frente y me dice...
-Ahora si, podemos tocarnos las manos.
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