martes, 19 de julio de 2011

Soledad

Eran las 10 de la noche, una noche bastante calurosa. Me rodeaban mis viejos libros, una vaso de agua y el ventilador, que ya hace años es mi compañero en noches como estas. Tenía los pies descalzos sobre el piso, un piso no tan limpio gracias a todas las horas que pasaba fuera de la casa y no tenía tiempo para limpiar.

Yo trataba de concentrarme, pero las gotas de sudor que caían por mi frente eran mis enemigos esta noche. No podía pensar, lo único que podía hacer era hervirme en mi propio calor, ya que ese viejo ventilador años mejores había tenido. Así que decidí ir al baño a lavarme la cara, me levanté de mi silla que hacía rechinido por todo, encendí la luz del baño, abrí la llave el lavabo y me agache para que el agua cayera sobre mi sudada nuca. Estuve unos segundos así, disfrutando del chorro de agua caer sobre mi y poder apagar mi infierno unos momentos. Levanté la cabeza y me miré al espejo y ahí estaba, esa compañera eterna que con una sonrisa sarcástica me dijo –“Que patético eres”. Yo con una pequeña risa irónica le dije –“Mira quien habla”. De repente desapareció, como era de esperarse, me limpié mi cara con la toalla y salí del baño. Entonces la vi de nuevo, sobre mi sillón reclinable, ese sillón que si pudiera contar lo que ha pasado en él seguramente una Biblia se escribiría.

–¿A qué debo tu honorable visita?, le pregunte.

–Ya vez, yo sé que no puedes vivir sin mí.

–Definitivamente, eres lo único que tengo, le dije.

–Lo sé, tu y otras miles de personas igual de patéticas como tú.

–Hay soledad…Tu siempre tan modesta.

–Lo sé, lo sé. ¿Y qué?,¿No te de gusto verme?.

–Por supuesto. Y jalé mi silla y me dispuse a trabajar, tratando de ignorarla.

–Sabes bien que nunca me podrás ignorarme, soy parte de ti. Tu única compañera.

–No. Le respondí. El calor que se volvía apoderar de mi cuerpo ya era lo suficiente molesto para estar soportándola.

–¿Y qué haces?, me preguntó.

–Tratando de concentrarme pero tu y el insoportable calor no me dejan, así que te agradecería que desapreciaras de mi vista. Le dije con un tono grosero y cortante.

–Uy que delicadito, me respondió.

–Bueno, ¿Qué quieres?. Le pregunte con un tono altanero.

Sólo escuche el silencio, había desparecido. Sentí una sensación de alivio y me dispuse a seguir con mi trabajo. La noche avanzo y ninguna idea digna de admiración pasaba por mi mente. El reloj caminada, o más bien corría. Y eran las 2 de la mañana. Me paré y fui al refrigerador, lo abrí y no había nada, solo un poco de apio que formó parte de una dieta que nunca he logrado completar. Miré al fondo y vi un yogurt para beber de ciruela pasa, lo tomé, y mientras pensaba que ojala aún no hubiera caducado. Giré el envase en busca de la fecha de caducidad cuando oí su voz.

–¿Has pensado en usar un supositorio?.

–No, porque se que me va a doler, le contesté.

–Mmm…Creo que ya eres adicto a eso y a los laxantes. Me dijo con preocupación.

–Así es. Es un mal de familia, le respondí.

–Aún no caduca, pero ya deja de tomar esas porquerías, mejor vamos a fuera a fumarnos un cigarro, me propusó.

Guarde el yogurt a en el refrigerador. Fui a la sala y tome mis cigarros favoritos y mi encendedor que estaban en la mesa de centro.

Salí al patio, la temperatura ya estaba descendiendo. Me senté en una banca y le dije.

–¿De estos está bien?

Y ella me respondió –Mis favoritos. Y tomó uno.

–Permíteme. Y le encendí el cigarro.

Tome un cigarro, el último de hecho y lo encendí. Succioné un poco y cerré los ojos

–Ahhh…Suspiré.

-¿Qué fue de la pasante en la Agencia con la que salías?. Me preguntó un tanto celosa.

Succioné un poco más de mi cigarro, miré al cielo que esa noche estaba repleto de estrellas y le respondí.

-Ahora es Copy Junior, se acostó con el Director Creativo. Ya no salimos más.

Succioné un poco más de mi cigarro.

–Así son todas, afirmó.

–Lo sé. Me sentí como un adolescente viviendo su primera decepción amorosa, pero era algo que un par de tequilas y unos cuantos limones no pudieran aliviar.

–No te preocupes, me dijo. Sabes bien que siempre me tendrás a mi.

–Que consuelo, le dije. Con un tono sarcástico.

–Idiota, me dijo riéndose.

–Sabes que siempre estaremos juntos. Y tomé su mano.

Mi miró a los ojos y me dijo –Eso no lo sé, aunque sé que estaré contigo cuando más te sientas solo.

Me levanté y le dije –Debo ir a dentro a continuar con mi trabajo. ¿Me acompañas?.

–Sí, en un momento voy.

Entré a la sala, dejé mi encendedor en la mesa de centro y tiré la caja de los cigarros. Me dirigí al estudio, me senté y como por arte de magia empecé a escribir varias propuestas para el guión de radio que debía entregar. Perdía la noción del tiempo y de que ella estaba en casa, de repente me quedé dormido.

Sonó la alarma del celular, eran las 7 de la mañana. Me metí al baño, me lavé la cara como de costumbre, alce la cabeza esperando verla pero nada paso. Ya no vi su reflejo en el espejo. Me metí a la ducha y me di un baño rápido. Salí a mi cuarto, me cambie y me puse un poco de loción, no le preste atención a lo que había a mi alrededor, cuando vi en mi espejo con lápiz labial rojo decía “Te amo, nunca te dejaré, Soledad”. Sonreí y salí de la casa con mis propuestas de guiones hacia la agencia. Y con la esperanza de volverla a ver.

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