martes, 19 de julio de 2011

La luna añoraba al mar

Érase en aquellos tiempos en los que los sueños eran instantes en donde se plasmaban nuestros más grandes anhelos, tiempos en los que las luciérnagas volaban libremente por los campos bañados con el rocío de la lluvia, tiempos en los que la magia era el eje central del mundo en que vivimos, eran tiempos en los que la luna añoraba al mar.

La luna había conocido al mar una noche mientras viajaba en busca de amantes a quienes acompañar e iluminarlos con su cálida luz , por que según dicen las historias, la luna se alimenta del amor que los amantes irradian. Esa noche el cielo estaba adornado con pequeños seres luminosos, conocidos como estrellas, el viento arrullaba a las hojas de los árboles y los duendecillos celebraban en un gran festival el fin del otoño, en donde agridulces melodías brotaban como agua de sus instrumentos.

La luna, un poco agotada de tanto viajar y de no encontrar a ninguna pareja de amantes que iluminar, se sentó a orilla del mar. Tomo una pequeña caracola que yacía en la cristalina arena y la observo con atención -¿Qué haces aquí bella caracola?, ¿Dónde están tus hermana?- A lo que la caracola respondió –No, lo sé. Creo que se han olvidado de mi, salimos a jugar por la tarde y unos pescadores se acercaron a nosotras, nos prometieron vida eterna si los acompañábamos, mis hermanas fueron con ellos, yo no quise ir, no puedo dejar así como así mi hogar. No quiero regresar porque sé que mamá al saber lo que paso con mis hermanas llorará tanto que morirá de tristeza, y no quiero ver a mamá muriendo de tristeza, así que decidí quedarme aquí, esperando a que los pescadores me regresen a mis hermanas o que el destino venga por mi, no sé, ya no me importa más­–. La luna, triste por lo que había escuchado, le dijo –No caracola, no, no temas…­–En eso, el mar se acercó a ellas y les dijo –Pequeña caracola no sufras más, me he encontrado con los pescadores y he hundido su barca, ya que las intenciones de esos hombres no eran buenas y sólo querían vender al mejor postor a tus hermosas hermanas, no temas pequeña caracola. Adéntrate dentro de mis aguas y las encontraras.

La caracola le dio un beso a la luna y le dijo –Muchas gracias hermosa luna, nunca olvidaré este gesto de bondad que hiciste por mi­–.

La caracola se adentró en las aguas del mar y en efecto, encontró a sus hermanas. Las caracolas, se adentraron más en los profundidades, mientras bailaban y reían.

El mar se acercó a la luna y la observo durante unos segundos, el silencio se apoderó de ellos, ambos se miraron fijamente, en el mar la luna se podía ver reflejada y en sus ojos cristalinos y brillantes, veía una extraña chispa, un cierto fuego que se encendía lentamente. La luna al ver esto, se asustó y se hizo hacia atrás. El mar, le dijo –Realmente eres hermosa, había escuchado hablar de ti, pero nunca había tenido el honor de conocerte y mucho menos de verte tan cerca–. La luna se sonrojo, no sabía que hacer, en dentro de su ser explotaban millones de sensaciones que jamás había sentido. El mar un poco apenado, le dijo –Hoy lo duendecillos que viven en el peñasco celebran el fin del otoño, ¿Te gustaría acompañarme a escuchar las melodías que ahí interpretan?–. La luna le respondió que si. El mar y la luna disfrutaron de una hermosa velada, llena de magia, danzares y notas musicales que adornaban una tierna escena de dos seres que habían sido flechados, en el primer instante en que sus miradas se encontraron. Al terminar el festival, la luna acompaño al mar un rato más y le dijo –Debo de irme, el sol no tarda en salir y yo debo de seguir mi camino–. El mar, angustiado le respondió –No, no te vayas, quédate aquí conmigo, nunca me habido sentido de la forma en que me siento cuando estoy contigo, no te vayas mi hermosa luna, no me dejes, quédate aquí y seamos uno–. La luna, con unas lágrimas en sus hermosos ojos le dijo, no puedo, pero piensa que, siempre me veré reflejada en ti, a donde quiera que yo vaya, siempre tendrás un parte. Por las noches me podrás ver a través de mi reflejo, en él podrás ver cada segundo que vivimos juntos, podrás escuchar las suaves melodías que hoy acompañaron a nuestros corazones y más que nada, podrás sentir nuestro amor, lo siento gran y profundo mar, pero debo de continuar, todavía hay muchos amantes a los cuales iluminar, de eso vivo, del amor que ellos emanan en cada beso y caricia que estremece su piel–. El mar, con todo el dolor de su alma, la dejó ir. La luna partió en busca de amantes a los cuales iluminar, viajó y viajó por lugares imaginables, llenos de tonos suaves y mucha vida , siempre pensaba en su amado mar y en lo mucho que desearía haber podido quedarse con él. La luna añoraba al mar.

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