–Entonces, ¿Cuál es el problema?.
–Tu, yo, ellos, todos. Estoy cansado, ¿Sabes?
–¿Hasta de mi?.
–Sí.
Ella llora.
–No llores.
–Déjame. Yo sólo quiero verte feliz.
–Calla. Mientes. Tu tienes la culpa de lo que me
pasa.
–No hables más que me lástimas.
–Eres tan débil.
–No, no lo soy.
–Deja de fingir. Eres la persona más débil de este
mundo y lo sabes. Deja de engañarte a ti misma.
–Yo sólo quiero verte feliz. Deja de lastimarme,
¿Quieres?
–Tonterías. Mientes. Yo no te lastimo, eres tu la
que se lastima sola.
–¿Por qué dices eso?
–Porque eres tu la que
finge ser feliz, la que se rodea de personas superficiales y busca su
aceptación, sin importar hasta que consecuencias tenga que llegar y lo único
que consigue es lastimar a quién más la ama. ¿Cuándo dejarás de fingir?
–Pero…
–¡Nada! Deja de buscar excusas. Ya, no te engañes
más, no engañas a nadie. Deja de fingir que eres parte de ese grupo tan
patético de personas huecas, superficiales e ignorantes. ¡Ya! Por primera vez
en tu vida, deja de fingir, ¡Carajo! Ves, eres tan débil.
–¡Cállate! ¡Cállate! No quiero escucharte.
Entonces lancé sin pensar mi perfume favorito
contra el espejo. El espejo se rompió. Reflejándome en los pocos pedazos que
quedaban colgados a la pared, me vi. Saqué mi labial rojo y me pinté mis labios
cuidadosamente. Todo a mi alrededor apestaba a Chanel No.5.
Tomé mi abrigo y salí de la habitación.
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