jueves, 28 de julio de 2011

Batalla en el Bosque Azul

Elly recorrió el camino de baldosas que iban de su casa hasta el invernáculo en el que cultivaba flores kukioste, una rara especie de flores grises, que los brujos y hechiceros usan mucho para sus pociones. Las baldosas estaban más cálidas que de costumbre. Sus pies, descalzos como siempre, se regocijaban de sentir un poco de calor. Cuando pasaba cerca del río, una vocecita la saludó desde la otra orilla.
-Buenos días Elly
La bruja entornó los ojos y siguió caminando sin responder. La niña era Ximena, hija de Punkyta Noise, la cazadora de monstruos que vivía al otro lado del río. Su vecina era una cazadora de monstruos. Una profesión cruel, según Elly, porque no todos los monstruos son malvados. Prueba de ello eran su antigua mascota, un dragón enano de nombre Jush y el fantasma del acantilado de Brisky, que no sólo era inofensivo sino muy cobarde. Pero Ximena era una niña adorable, aunque a Elly le costara admitirlo.
Las diferencias entre ella y la cazadora de monstruos le parecían irreconciliables, por eso hicieron un pacto de que ninguna de las dos cruzaría el río. Desde entonces vivían en paz, con cierta indiferencia, pero en paz. Elly daba asilo a los monstruos buenos, y Punkyta Noise daba asilo a las lechuzas que Elly ahuyentaba, porque a diferencia de la mayoría de las brujas, Elly odiaba las lechuzas y las ratas más que nada en el mundo.
Así que después de ignorar a Ximena como siempre, Elly se dispuso a trabajar con sus flores. Abrió la puerta y miró hacia atrás de reojo, Ximena seguía observándola desde la otra orilla. Resoplando entró en el invernáculo y dio un grito ahogado. Se sostuvo con ambas manos del dintel de la puerta. Sus flores estaban marchitas, ni una sola se había salvado. Caminó lento entre las kukioste.
-Mis pequeñas, mis niñas ¿quién fue capaz de hacerles esto?
De repente se enderezó, volvió el rostro a la niña que aun la observaba, gruñó y corrió en dirección a la puerta. Dos pasos después de haber cruzado el umbral, tropezó y fue a dar al piso. Ximena se rió del accidente, pero huyó cuando Elly le lanzó una amenazadora mirada desde el suelo.
Eso no iba a quedar así. Punkyta había roto el pacto, y ahora Elly podía clamar venganza. Nadie, absolutamente nadie podía meterse con sus flores.
Punkyta había tenido una noche muy larga, se la había pasado metida entre persecuciones y mounstros que asechaban en la oscuridad. Cansada, llegó a su casa y fue a ver a Ximena, que estaba profundamente dormida y a su lado estaba su fiel compañero, Tommy, el frech poddle que le había regalado en su último cumpleaños. Con una sonrisa de tranquilidad dibujada en su cara de cansancio, se metió en su cama y no despertó sino hasta bien entrada la mañana del siguiente día.
Punkyta se despertó con los chillidos de Tommy, que estaba junto a su cama dando vueltas como loco. Tommy estaba totalmente rapado, sus hermosos rizos cafés habían desaparecido. La cazadora de monstruos se sentó en la cama sorprendida y enojada. Ximena se acaba de despertar, entre bostezos y movimientos lentos se asomó por la puerta y vio a Tommy. Pegó un grito tan fuerte que llegó a la casa de la bruja, de cuya chimenea subía un humo negro muy espeso. Desde la ventana, madre e hija observaron en ese momento unas chispas extrañas que también salían de la chimenea con haciendo un ruido como de cadenas. Punkyta no dudó ni un segundo, miró a Tommy y pensó que eso era obra de Elly. Esto era la guerra. Nadie, absolutamente nadie se metía con Tommy sin recibir castigo.
La siguiente mañana Ximena no estaba en la orilla como de costumbre, estaba sentada en la puerta de su casa tratando de ponerle a Tommy un suéter. Elly sonrió para sus adentros. Cuando regresó a su casa, antes de abrir la puerta, oyó ruidos extraños dentro. Abrió lentamente, asomando primero un ojo y luego toda la cara. Palideció, sintió nauseas y gritó fuerte y agudo. Su casa estaba llena de ratas. Perdió el control y corrió hacia lo profundo del bosque. Tras de ella salieron también algunas ratas asustadas. Casi a media noche, regresó acompañada de un hombre alto de gabardina y sombrero negros, el científico loco que vivía cerca de ahí. Elly esperó afuera, mientras él entraba. Una luz rojiza salió por todas las ventanas y se apagó rápidamente. El hombre se retiró en silencio y Elly entró temerosa a su casa. Las ratas habían desaparecido, lo único que quedaba de ellas era el desastre que habían hecho por todos lados.
Eran demasiadas las cosas que daban vueltas y vueltas en la cabeza de Punkyta; así que para relajarse un poco, decidió ir a su guardarropa y ordenarlo. Era una cazadora de monstruos pero también era una mujer como todas. Comenzó por lo que más apreciaba , sus mallas. Tenía una colección que cualquier almacén podría envidiar. Las ordeno por colores y por texturas, las dobló con una refinada técnica para que no se maltrataran. Satisfecha con lo que había hecho y ya más tranquila, bajó a preparar la cena. Macarrones con queso fue el plato de esa noche. Después de cenar, la rutina de todos los días: acostó a Ximena y se preparó para salir a cazar monstruos; abrió su guardarropa y escogió cuidadosamente lo que usaría, y cuando se dirigió a buscar un par de mallas, vio toda su colección recién ordenada, tirada por todo el closet. Punkyta sintió que una vena en su cabeza le reventaría, su meticuloso orden… destruido. Corrió hacia la ventana y gritó con todas su fuerzas.
–Ya verás, bruja horrorosa, ya verás, esto no se va a quedar así.
Elly escuchó los gritos que venían del río, pero no les dio importancia. Se había asegurado de proteger el invernáculo y su casa con algunos hechizos, de modo que nadie podía entrar.
A la mañana siguiente, salió para continuar el trabajo con sus preciadas flores, salió bailando y cantando. No llegó muy lejos, todo el camino de baldosas estaba lleno de fango pantanoso. Elly resbaló y patinó unos cuatro metros. Verde, viscoso y resbaladizo, el fango provenía sin duda del pantano al otro lado del río y ahora cubría el camino, el jardín y toda la túnica de Elly, que justo ese día había decidido usar una amarilla. La bruja decidió que era hora de darle una lección a Punkyta Noise. Lanzó una mirada maliciosa en dirección al río y pronunció unas palabras incomprensibles.
A pesar de lo que estaba pasando, Punkyta trataba de estar tranquila, así que decidió ir al campo con Ximena y Tommy. Ximena, como cualquier niña de 3 años, curiosa y juguetona, llevó su pequeño triciclo morado, su juguete más preciado, ya que le había pertenecido a su mamá también. Al subirse, Ximena sintió que algo andaba medio raro, pero no lo tomó en cuenta, comenzó a pedalear. El triciclo se tambaleaba un poco y de pronto, ¡Zaz! El triciclo se desmoronó. Ximena cayó al suelo, raspándose sus pequeñas rodillas. Punkyta corrió a su auxilió. Una risa se escucho entre las sombras del Bosque Azul, –Maldita bruja– pensó. Punkyta llegó a casa, sedienta de venganza, ya que Ximena era lo más sagrado que tenía en la vida.
Punkyta decidió ir a la casa de la bruja y confrontarla, Ximena la detuvo, le pidió que pensará las cosas. Tal vez no había sido ella, tal vez era un mal entendido, tal vez… Punkyta, no escuchó a Ximena y salió presurosa de su casa. Ximena corrió para detener a su mamá, pero tropezó, en eso pudo notar algo extraño en la orilla del río, era un pequeño duende, de aspecto sospechoso y muy atento a lo que estaba pasando. El duende no cabía de felicidad, jugaba un tornillo morado en la mano. Una sonrisa ocupaba su deforme y begurroso rostro. ¿Será este el causante de todo lo que pasa?, se preguntó Ximena. Se levantó y corrió para alcanzar a su mamá.
Punkyta ya estaba a punto de cruzar el río y Elly la esperaba también en la orilla del mismo. La caza monstruos tenía un arma en la mano, parecía un trompeta combinada con una pistola de agua, pero no parecía un juguete en absoluto. La bruja sostenía una rama seca de punta brillosa.
-¡Bruja infeliz! ¡Cómo te atreviste! ¡Nadie toca a mi hija!
-¿Tu hija? Yo no le hice nada a tu hija, tú rompiste nuestro pacto y destruiste mis flores.
-Tú rompiste nuestro pacto primero, atacaste a Tommy, y podría pasarte hasta lo de mis mallas, pero te vas a arrepentir por meterte con Ximena.
Las dos se prepararon. Punkyta se echó el arma al hombro y Elly levantó la ramita.
-¡Alto! –gritó Ximena detrás de Punkyta-. Ella no fue mamá, mira.
Ximena señalaba hacia el duende que todavía reía y jugaba con el tornillo. Entonces Elly notó algo que sólo ella podía notar, el duende tenía un color ligeramente opaco, eso le sucedía a los duendes cuando comían flores grises. Las dos mujeres se miraron avergonzadas, se llenaron de ira contra su enemigo común y contando hasta tres lo atacaron al mismo tiempo. El duende apenas se libró del rayo que lo atacaba. Trató de correr pero Tommy, que se había ido acercando muy lento, lo mordió de una pierna y lo arrastró hasta donde estaba Punkyta.
-No hay nada peor en este mundo que los duendes.
-Son peores que las ratas y las lechuzas –dijo Elly desde la otra orilla.- ¡Te comiste mis flores pequeño mequetrefe!
-Así que tú desarmaste el triciclo ¿Tú que dices bruja? Podemos matarlo o…
-¡Mamá!
-¿Qué tal si lo mandamos al desierto? Allá donde pones a todos los monstruos sentenciados.
Con muy novedosos artefactos, Punkyta logró encapsular al duende y Elly utilizó un hechizo para transportarlo. Todos saben que los duendes se debilitan lejos de los árboles y el agua y que perdidos en medio del desierto, como lo estaría él, nunca podrían salir de ahí salvo que alguien se compadeciera de ellos. Pero nadie iba a hacerlo, nadie compasivo cruzaba jamás ese desierto.
Más tranquilas, Elly y Punkyta se encontraron en el puente y se estrecharon las manos. El pacto volvió a tener vigencia e incluso se estableció una cierta amabilidad de ambas partes. Ya se habían despedido cuando Elly se detuvo.
-¡Punkyta! –le gritó desde su orilla.- Ten cuidado cuando entres a tu casa, puse un hechizo que hará que te caigan algas de río. Entra por atrás, mañana habrá desaparecido.
Punkyta y Ximena pusieron cara de asco y luego rieron. Tal vez el incidente podría ser el principio de una alianza.

En colaboración con Cristina Salgado

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