jueves, 13 de octubre de 2011

Viento


Me gustaba ver como se hacia su coleta. Los rayos del sol que entraban por su ventana peinaban su largo cabello castaño. Dos vueltas le daba a la liga morada que sostenía la coleta.

Karla era mi vecina. Iba en el mismo salón que yo. Muchas veces intente hablarle, pero nunca me anime realmente. Me quedaba en el intento, por que sabía que mis palabras serían en como la brisa del viento y sólo moverían sus largos mechones.
Tenía muchas ganas de decirle lo bonita que se veía por las mañana cuando peinaba su sedoso cabello. También, que quería invitarla a ir por un raspado, de esos que venden enfrente del parque. Contarle que me gustaría tomarla de la mano mientras camináramos de regreso al edificio en donde vivía. Y darle un pequeño beso de despedida en sus rosadas mejillas. Pero esto solamente vivía en mi imaginación.

Los días se fueron tachando de mi calendario, en ese el de los gatitos, que colgaba de la pared de la cocina. Y un buen día cuando finalmente me decidí a hablarle.

Al mirar por su ventana, la cual quedaba enfrente de la mía. Sólo vi un par de tenis que colgaban del cable de luz. Ya no había algo que los rayos del sol pudieran peinar, ni un solo mechón que pudiera ser sostenido por una liga morada. Karla y su familia se habían ido. Así nada más, de la noche para la mañana. Muchos dicen que fue porque su papá tenía problemas en la fábrica y lo buscaban por haber robado dinero de la caja. Otros dicen que su hermano mato a un chavo que vivía en el mismo edificio que él. Y unos cuantos dicen que fue porque ya no les gustaba vivir aquí.

Pero sea lo que sea, ella se ha dio y con ella, el viento se llevo mis palabras.

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