Margarita: Siéntate por favor.
Elisa (temerosa): No, este…así estoy bien.
Margarita (seria): No, por favor siéntate. ¿En qué
puedo ayudarte?.
Elisa (temerosa): Perdona mi imprudencia, pero tengo
que hablar de algo muy importante contigo, se que no me conoces pero yo a ti
si, yo vivo en donde tu vivistes hace mucho tiempo. Tal vez sea algo que no te guste
recordar, pero necesito tu ayuda.
Margarita (confundida y anonadada): ¿Es sobre la casa de Don Fausto?,
porque si es así no quiero saber nada, esa parte de mi vida se fue, lejos, muy
muy lejos. Y no pienso regresar por nada del mundo, ya que vi morir a dos amigas
tratando de escapar.
Elisa (titubeando): Pero ya crecistes, eres ya una mujer
de bien, sólo quiero que me escuches y si es tu volunta’…pues ayudarme.
Margarita (enojada): Ya te dije que no, por favor, vete.
No quiero hablar sobre eso. Eso esta en el pasado y ahí esta bien.
Elisa (seria): De ti depende que las cosas sigan
como están. Nos puedes ayudar, sólo quiero que me escuches.
Margarita (enojada e indignada): Pero yo no tengo nada que ver ahí
ya. Me costó mucho trabajo reiniciar mi vida, desde cero y no permitiré que
fantasmas del pasado vengan y los destruyan sólo por capricho.
Elisa (desesperada): Pero eres tu la única que nos puede
ayudar. Ya que pues, tienes un puesto bien acá en el DIF, así chonco y pues…
Puedes terminar con nuestra pesadilla.
Elisa (triste): Las cosas han ido de mal en pior,
han pasado 5 años desde que te juistes y pues las cosas ya no son como las
conocistes. Don Fausto nos azota si no llevamos al menos mil pesos antes de las
8 de la noche. Hay chavitas que pues…no más no la hacen y las termina
desapareciendo, quien sabe de donde pero
viene un ñor por ellas…y las sube a la camioneta y ya nunca vuelven. Dicen las
malas lenguas que las vende por partes y les quita sus órganos y los vende por
una buena lana con esos riquillos que no quieren esperar a que llegue un
donador, lo demás lo vende a zoológicos. Todas vivimos con más miedo de lo normal,
ya que pues, ni modos es chamba y tenemos que aplicarnos, pero pues…ni para
salirnos, porque sabemos que nos matará.
Elisa (tratando de convencerla): Y sólo necesitamos que pues… les
hables allá a tus jefes o no sé, para que pues, nos ayuden…no más una llamadita…Ándale.
Margarita (enojada): No, no me importa. No me importa lo
que les pase. Ya no es mi problema. Así que por favor ya vete de aquí, ¿Qué no
ves que tengo mucho trabajo?...trabajo de verdad. Mejor vete a conseguir tus
mil pesos para que el don ese no te azote.
Elisa (indignada y triste): Pero también fue tu casa, no le
hagas, y pues, alguien te tuvo que ayudar pa’ que salieras de ahí ¿no?,
entonces ayúdanos a nosotras, no seas gacha. Sólo es una llamadita.
Margarita (intrigosa): ¿Y porque no les hablas tu?... Ya sé
porque… porque nunca le harían caso a una prostituta como tu.
Elisa (enojada y decepcionada): No puedo creer que me dices. ¿No te
mordistes la lengua?. Ya déjate de chingaderas y ayúdanos.
Margarita (indignada): ¿Cómo te atreves a decirme así?
(gritando) ¡Lárgate! ¡Lárgate!.
Elisa (se arrodilla y le suplica): Por favor, te lo ruego, por Diosito
que está en el cielo, que me ayudes. Por favor.
Margarita (digna): Tal vez sea que tengas razón y sea
yo la única que les pueda ayudar. Pues…está bien. A la mejor así, me dejes de
molestar y quitarme el tiempo. ¡Ya, ya!, ¡Vete!. Ya ahorita hago esa llamada
pero…
Margarita (intrigosa): Pues a ver que pasa ¿eh?, no te
prometo nada.
Elisa (feliz y llorando): Gracias Margarita, muchas gracias.
Que dios te lo pague con muchos hijos y te bendiga…y guarde tu camino. Muchas
gracias.
ELISA SALE DE ESCENA
MARGARITA LEVANTA EL TELEFONO Y
MARCA.
Margarita (feliz e intrigosa): ¿Don Fausto?, ¡Corazón! ¿Qué crees?
Una de tus chicas anda tirándonos el negocio y ya me vino a soltar toda la
sopa…¿Cómo ves? ¿Le desaparecemos o le damos una calentadita? Ok. Dejo todo en
tus manos. Besos.
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