jueves, 13 de octubre de 2011

Mis XV años


Tener una fiesta de XV años era de lo más esperado por muchas niñas del pueblo, pero nadie la deseaba tanto como Rosita. Rosita era una niña de tan sólo 14 años, que en sólo tres meses cumpliría 15 , pero ella era muy pobre para tener una fiesta de XV años. Vivía en una casa de lamina y sus padres se ganaban la vida echando tortillas y criando puercos. Rosita era la mayor de dos hermanas, no iba a la escuela, así que pasaba sus días ayudando a su mamá con sus labores domesticas.

Pero eso no importaba tanto, ella era feliz tan sólo soñando con bailar un vals, vistiendo un gran y esponjoso vestido de quinceañera, con todas las miradas puestas sobre ella y con un gran pastel cubierto de merengue. Total, soñar no cuesta nada.
Un lunes de plaza, Rosita acompaño a su mamá a la ciudad más cercana de su pueblo a comprar comida para la semana. Ella  y su mamá caminaban en el mercado entre los puestos de verduras y chiles secos, entre frutas y maíz, siempre tratando de obtener el precio más bajo y una calidad aceptable. El día pasó rápido, los pies le dolían mucho, así que en lo que esperaban el camión, Rosita fue a comprar una refrescante agua de limón. Se sentó un rato en la fuente, para sentir la brisa del aire. Y ahí fue cuando lo vio; en un aparador estaba un hermoso vestido de quince años amarillo, era esponjoso y largo, con piedras bordadas en él. Rosita se acercó al aparador y como si fueran un sueño, sintió que flotaba hacia a él. Lo observó durante casi cinco minutos, estaba encantada con el vestido, tanto que comenzó a imaginar su fiesta de quince años; ella bailando un vals vistiendo ese hermosos vestido amarillo, tan brillante, tan hermoso.
De repente, escucho a su mamá hablándole:
–¡Con que aquí estas chamaquita!, te dije que no te tardarás–.
Rosita despertó del trance en el que se encontraba. Agarró sus bolsas del mandado y se fue con su mamá a la parada del autobús. Estaba anonadada, no podía creerlo, era el vestido de sus sueños, todo el camino de divagó e imaginó su fiesta de quince años.
–Hay niña, estás bien distraída, ¿Qué tienes?– le dijo su mamá algo preocupada.
–Nada ma, no tengo nada, es que vi un vestido de quince años y me gusto mucho…
Un nudo apareció en la garganta de la mamá de Rosita, no sabía que responderle, ya que ella sabía que nunca le podría ofrecerle un vestido así y mucho menos una fiesta de quince años.
–No te preocupes, yo te entiendo– y le tomó la mano. 
Los días pasaron y el cumpleaños de Rosita se acercaba. Un día antes de su cumpleaños, Rosita se despertó tarde, ya que su mamá no la había ido a despertar cuando era hora de alimentar a los puercos.
–¿Dónde están mis papás?, le preguntó a su hermana Andrea.
–Fueron a la ciudad, le respondió nerviosa.
Rosita se extraño mucho, ya que sus papás nunca iban a la ciudad entre semana y mucho menos descuidan sus labores por salir. El día pasó muy lentamente. La noche comenzaba a caer y los papás de Rosita no llegaban. Ella se inquietaba más y más, ya que nunca habían tardado tanto y mucho menos sin dar aviso a que salían.
El cumpleaños de Rosita llegó, no hubo vals, ni pastel, ni chambelanes y menos un vestido amarillo esponjoso. Los días pasaban y no tenían noticias de ellos, hasta que una tarde mientras Rosita alimentaba a los puercos, la vecina llegó con noticias de sus padres.
–¡Rosita, Rosita!, le gritó la vecina.
–¿Qué pasa Doña Tencha? ¿Qué pasa?, Rosita sintió como un extraño frio recorría su delgado cuerpo. Titubeando, se acerco a Doña Tencha.
–Mija, creo que deberías escuchar esto.
Doña Tencha desempolvo la vieja radio que se encontraba en la sala de la casa de Rosita, torpemente trato de sintonizar la única estación que llegaba al pueblo. Rosita y Andrea jalaron una silla y escucharon atentas.
– El pasado viernes se encontraron los cuerpos de dos personas; una mujer de 54 años y un hombre de 60, los cuales  fueron identificados como Guadalupe Gonzales y Arnulfo López. Fueron hallados en la barranca del Ahuahuete; ambos presentan impactos de bala en casi todo su cuerpo. El cuerpo de la mujer tenía curiosamente abrazado fuertemente una caja, en la cual se encontraba un vestido amarillo de quince años.

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